Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29
El amor de Dios es intrínsecamente trinitario, convincente e irrevocable. Dios nos hace accesibles a este amor, Él no obliga, ni amenaza, sino más bien, propone, invita y deja en plena libertad para acoger este gran amor.
La vida cristiana, como la vida consagrada su norma de Vida es vivir el amor de Dios en plenitud; sólo quien escucha y se sumerge en la palabra Dios, se arriesga a practicar el amor auténtico en la vida cotidiana, en las realidades más humanas y difíciles.
En un mundo globalizado, capitalista, tecnológico e internauta, no se deja espacio al amor de Dios, es preciso que hoy los cristianos -como la vida consagrada-, nos preguntemos si el amor que vivimos en nuestras familias, comunidades, es el amor de Dios o el amor a nuestra imagen y semejanza. El amor de Dios nos acerca unos a otros, no nos distancia; nos une en proyectos comunes, no nos divide; nos anima a dar vida y no muerte.
U Jesús es claro: -el Espíritu es quien nos lo enseñara todo, sólo quien abre su corazón a la presencia y a la acción del Espíritu es quien puede vivir en paz interiormente y exteriormente. La paz es signo de la presencia de Dios que mora en el corazón; pidamos con toda la fuerza la paz de Jesús, para que nuestro corazón no se acobarde ante la desesperanza actual y nuestra fe se mantenga siempre firme.