Hna. Duby
El domingo de Ramos nos invita a abrir la puerta de nuestro corazón para vivir este tiempo de gracia, para alabar, bendecir, pedir perdón, esperar y vivir el gran misterio de nuestra salvación. Este misterio que envuelve nuestra vida cristiana y nos conduce a experimentar al Dios que camina junto a nosotros, que nos invita a su mesa y se hace nuestro manjar; un Dios que asume nuestra debilidad y carga con la cruz de la humanidad para llevarla al encuentro con el Padre libre de pecado; el Dios que baja a lo profundo de la fosa para no perder a ninguno de los que le han confiado, venciendo toda oscuridad y temor con la luz y la fuerza del Amor, ese Amor que viene del Padre y que se hace vida en cada uno, gracias a la fuerza renovadora del Espíritu.
Tenemos delante un tiempo de gracia y salvación, es el momento de detenernos ante el misterio que nos envuelve y de buscar el silencio, de encontrarnos con aquel que se ha hecho Camino, Verdad y Vida en el camino de tantos pobres y caídos; es el tiempo de correr detrás de la voz del nazareno que pasa y que quiere que le sigamos a Jerusalén; es tiempo de reconocer la gran obra del maestro en su paso por nuestro pueblo y salir con palmas y gritos de júbilo recociendo que él es el Señor, el que viene en nombre de Dios.
Abramos sin miedo nuestro corazón, caminemos y adentrémonos en este tiempo favorable para el encuentro con Dios y los hermanos; hagamos de cada día de ésta semana una oportunidad para hacer vida en nosotros el misterio de la entrega total y sentados en la mesa de amor celebrar que Dios nos ha amado hasta el extremo.